Ciudadanos del siglo XXI
El estudiante de entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje no es una figura que aparece por arte de magia, no es un hecho aislado o una anécdota en el devenir humano. Es resultado de su tiempo, de la misma forma que otros tipos de estudiante, a lo largo de la historia de la humanidad, han sido el resultado de otras situaciones y otras necesidades.
El esbozo de la figura del estudiante de entornos virtuales, de algunos de sus rasgos y de su desempeño, no comienza aquí con una definición ni con un listado de características fundamentales. Antes es conveniente comprender la situación en la que se encuentra como discente de una modalidad educativa a distancia que se basa en las Tecnologías de la Comunicación (TIC) y transcurre en un entorno virtual de enseñanza y aprendizaje (EVEA).
“Hoy en día, el aprendizaje se considera como una actividad social. Un estudiante no aprende sólo del profesor y/o del libro de texto ni sólo en el aula: aprende también a partir de muchos otros agentes: los medios de comunicación, sus compañeros, la sociedad en general etc.” (Fernando Santamaría, 2005)
Quienes habitamos el próspero siglo XXI podemos percibir que nuestra sociedad postindustrial (Bell, 1973), en la que el capital y la mano de obra se concentran gradualmente en los servicios y la comunicación, está evolucionando hacia una sociedad con características diferentes.
Esta sociedad nueva bien puede ser la sociedad de la información, en el sentido que la generación, la transformación y la transmisión de información son la fuente de la economía y del poder. Bien puede ser también la sociedad de la comunicación, con medios de comunicación que permiten estar en contacto con mayor facilidad y comodidad; sin embargo, eso no significa necesariamente que nos comuniquemos de forma eficiente. También se le llama la sociedad del conocimiento en la que la importancia del conocimiento, por medio de la investigación, el desarrollo y la innovación, adquiere cada vez más peso en la sociedad, aunque está por ver si con nuestro conocimiento actual sobreviviremos a los males heredados y que estamos perpetuando. También es la sociedad red, embrión de una sociedad globalizada, “construida alrededor de las redes de comunicación de Internet” Por último, también es la sociedad del aprendizaje, en la que éste está presente en todos los ámbitos y estará presente de una u otra forma a lo largo de la vida de cada ser humano, no sólo para trabajar, sino también para disfrutar del ocio, para relacionarnos, aprendiendo a jugar, a buscar, a utilizar medios y herramientas diferentes de comunicación, etc.
Desde esta perspectiva de la sociedad del aprendizaje, el ciudadano del siglo XXI es el resultado de unas condiciones históricas y económicas determinadas. Estas condiciones dibujan un tipo de educación, de formación, y de protagonistas que tienden a actuar de forma diferente a las figuras equivalentes de sociedades anteriores.
En efecto, en la sociedad del aprendizaje se remueven los cimientos del sistema educativo, ya que la organización, el funcionamiento y la misión de un sistema educativo desarrollado según las necesidades de la sociedad postindustrial no responden a las necesidades de la sociedad de la información y del aprendizaje, y no explotan con decisión el potencial de las TIC. Además, probablemente ni los estudiantes ni los docentes le encuentran sentido.
Proporcionar la preparación adecuada para la sociedad del aprendizaje es el gran reto de la educación del siglo XXI, que debe ayudar a los estudiantes, jóvenes o adultos, a aprender en colaboración, a aprender durante toda la vida, a aprender a distancia, a saber gestionar la información, a tener las destrezas y las competencias necesarias y a tener las actitudes correctas.
A remolque de los cambios y las necesidades sociales, es lógico pensar que la educación formal vaya cambiando a lo largo de este siglo y abandone paulatinamente la agrupación física de los estudiantes, la coincidencia física de éstos en un lugar y en un tiempo concretos, el calendario académico de origen agrícola, el currículo uniformizado, la imposición de ritmos e itinerarios, la centralidad del docente que transmite el saber, la replicación de conocimientos y datos, la competitividad, la separación estanca entre parcelas del saber, el fomento de la pasividad, de la reactividad y de la falta de autonomía en los estudiantes. Cabe pensar, por tanto, que la educación formal de la sociedad de la información y del aprendizaje funcione bien con la dispersión geográfica y la no coincidencia en tiempo y lugar de los estudiantes, con un calendario flexible, con un currículo diverso y personalizado, con variedad de ritmos e itinerarios, una educación centrada en el estudiante.
Pero el cambio en la educación no viene dado sólo por adecuación a las nuevas necesidades sociales, sino también por la preeminencia de la concepción socioconstructivista del aprendizaje, ampliamente aceptada, según la cual el estudiante tiene un papel activo en su aprendizaje, construye su propio conocimiento a través de la interacción entre su realidad personal, su propia experiencia, su relación con otros seres humanos. El estudiante es una persona «que construye sus representaciones, que forma conceptos y que resuelve problemas». Este papel activo que se le da y que debe utilizar lo facilita la formación en entornos virtuales.
La tecnología de la información y el aprendizaje en entornos virtuales
Como en otros ámbitos, la digitalización también es un elemento importante en el ámbito educativo, en especial por proporcionar entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje que se constituyen en el lugar donde estar presentes y relacionarse, y en el espacio donde están disponibles la mayoría de los recursos para el aprendizaje. Se les llama entornos virtuales porque imitan lo real, lo físico y porque, aun siendo digitales, posibilitan que los estudiantes y sus profesores puedan relacionarse y cumplir con su papel respectivo.
Entre la innovación y la utilización de las tecnologías digitales se encuentra la formación en un entorno virtual. Los participantes en esta formación encuentran comodidad y flexibilidad, debido a sus características de distancia y asincronía (no es necesario coincidir al mismo tiempo ni en el mismo lugar con el profesor y con los compañeros), por lo que constituye un medio viable de formación cuando no es posible impartir o acudir a una formación presencial. Sin embargo, paulatinamente deja de ser un sustituto para convertirse en el tipo de formación que se prefiere por sus posibilidades de colaboración y de utilización de recursos, porque es un inicio en las TIC para muchas personas, y además constituye una ventaja estratégica y económica para instituciones y empresas. La formación en entornos virtuales ha dejado de ser un tipo de formación auxiliar para ser la puerta de entrada de muchos ciudadanos a la sociedad de la información, la opción de formación escogida en muchas empresas, un medio de actualizar la formación en universidades, así como una buena forma de captar estudiantes nuevos y nuevos ingresos. Además de todo esto, la formación en línea permite que el ciudadano del siglo XXI pueda implicarse en la formación a lo largo de toda su vida.
De todas formas, a pesar de las posibilidades que conllevan las TIC, éstas no son neutras; la tecnología por sí sola no propicia cambios si no existe una modificación de actitudes y de procesos en quienes las utilizan. Con las TIC se puede seguir impartiendo sesiones de «clase magistral», manteniendo el papel pasivo de los alumnos, o se puede emplear las TIC en fomentar la implicación, la responsabilidad y el trabajo de los estudiantes, mientras el profesor adopta un papel de acompañante y guía. En estos ejemplos, el primero constituye un uso primario, haciendo lo mismo de siempre sólo que con medios más avanzados, mientras que el segundo es un uso avanzado, en el que aprovechamos las posibilidades de la tecnología para mejorar los procesos y los roles, adaptándolos al contexto social en el que se desenvuelven los estudiantes.
Lógicamente, una situación nueva conlleva cambios en quienes participan en ella. Sin embargo, en realidad, el motor del cambio no es el manejo de la tecnología. El cambio no depende en última instancia de la tecnología, sino de la acción personal.
Según va cambiando el entorno social, lógicamente los agentes educativos, el medio y el entorno de la formación también se transforman. En los entornos virtuales cambian el papel tradicional del docente y el papel tradicional del estudiante. Por un lado, la acción docente se centra más en facilitar el aprendizaje y proporcionar recursos al estudiante que en transmitir conocimientos, así como en el acompañamiento del estudiante. Por otro lado, el alumno pasivo y reactivo de la sociedad postindustrial pasa a ser un estudiante proactivo y autónomo en el entorno virtual de aprendizaje en el que se desempeña. Al ser un aprendizaje a distancia, con ciertas posibilidades que permiten los entornos virtuales y además con una acción docente que fomenta y espera la responsabilidad del estudiante virtual en su propio progreso, el estudiante adopta una implicación muy destacada en su aprendizaje que demuestra, por lo general, participando, comunicándose, interaccionando y colaborando. Los estudiantes virtuales del siglo XXI, por tanto, se convierten en agentes de su propia formación, en una figura central alrededor de la cual pivota:
- La institución, que implementa un entorno virtual para estudiantes y docentes, se orienta hacia un servicio de apoyo al estudiante de forma integrada, creación y edición digital de recursos de calidad y adaptados al entorno virtual.
- La acción docente, que acompaña al estudiante, al que se le guía y se le resuelven las dudas, porque quien estudia y aprende es el estudiante.
El estudiante virtual
La gran mayoría de la primera oleada de estudiantes virtuales (finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI) tomó contacto con el ordenador y con las TIC en la juventud tardía o en la vida adulta, es decir, son inmigrantes digitales, provenientes de un desempeño formativo en el que el profesor era el centro del hecho educativo, quien establecía los ritmos, cómo y hasta dónde se debía adquirir conocimientos. Estos estudiantes, con carencias en las destrezas y competencias para aprender en un entorno virtual, suelen comenzar sus estudios en-línea convencidos de que habrá un profesor esperándolos, dispuesto a transmitir su conocimiento de forma telemática. Cuando descubren que buena parte del aprendizaje proviene de la participación en el aula, de la colaboración con los compañeros y de profundizar uno mismo en los contenidos a partir del material de estudio, pueden sentirse desilusionados o incluso «estafados». Por lo tanto, ellos deben entender que el profesor no es «el experto en el estrado» (sage on the stage), sino «el guía que acompaña» (guide on the side), cuya misión es ayudar al estudiante en el aprendizaje que realiza, y que nadie puede llevar a cabo sino él o ella, y es también fomentar la interacción y la colaboración entre los estudiantes. Es éste un cambio importante, para el que los estudiantes no deberían encontrarse solos, sino debidamente preparados por sus profesores y su institución.
Las siguientes oleadas de estudiantes virtuales estarán formadas por estudiantes de una gran variedad de edades, entre los que paulatinamente serán mayoría los nacidos digitales, aún provenientes de una formación reglada centrada en la transmisión de conocimientos realizada por el profesor, pero más proclives a la proactividad, a la colaboración entre iguales, a relaciones telemáticas más democráticas y menos jerárquicas. No obstante, el hecho de haber nacido y crecido habituados a las TIC no convierte automáticamente a los nacidos digitales en estudiantes proactivos, colaborativos, autónomos y participativos, por lo que las destrezas y las competencias relacionadas con el desempeño en un entorno virtual se tendrán que trabajar como parte del currículo transversal.
Para desempeñarse adecuadamente en un entorno virtual, los estudiantes tienen que ser competentes en una serie de acciones y de actitudes; por ejemplo, en escribir de forma adecuada y organizada, en la lectura extensiva, en comunicarse por medio del correo electrónico, en el manejo del entorno virtual y sus herramientas, en la búsqueda, selección y difusión de información, en organizar el tiempo de estudio y de conexión, en relacionarse adecuadamente con otros compañeros, organizando el trabajo común, aportando, debatiendo y discrepando.
Aunque existen lógicas diferencias, y necesidades, entre estudiantes virtuales según el área o titulación, éstos muestran características comunes en su identidad y en su desempeño al aprender en un entorno virtual. Quizá la coincidencia más llamativa sea la de que se incorporan a la formación en un entrono virtual sin saber en qué consiste ser un estudiante en línea, qué hay que hacer, cómo desempeñarse óptimamente, sin haber recibido formación al respecto.
Entre los investigadores y entre los docentes de entornos virtuales existe consenso sobre qué actitudes muestran y qué acciones realizan los estudiantes que llevan a cabo un desempeño brillante en un entorno virtual
Fortalezas de los estudiantes virtuales
Los buenos estudiantes en entornos virtuales presentan las siguientes características:
- Creen que el aprendizaje de calidad puede tener lugar en cualquier entorno, sea presencial o a distancia.
- Saben que aprender en un entorno virtual no resulta más fácil necesariamente.
- Relacionan su vida real con lo que aprenden y viceversa.
- Manejan adecuadamente la ambigüedad o la incertidumbre que se puede dar en ocasiones al aprender en un entorno virtual.
- Organizan su tiempo adecuadamente, de forma que compatibilizan su dedicación académica con sus obligaciones laborales y familiares.
- Construyen su propio conocimiento a partir del material de estudio y también de la relación con los compañeros y el profesor: aprenden de sus compañeros y profesor, y aprenden con ellos también.
- Muestran una gran motivación y una gran autodisciplina, y las conservan durante el curso a pesar de las dificultades que puedan encontrar.
- Utilizan, si es necesario, los canales de petición de ayuda que la institución pone a su disposición.
- Ayudan a los compañeros, están dispuestos a colaborar y a mantener una buena atmósfera en el aula virtual.
- Tienen una actitud proactiva y son autónomos en la medida de lo posible; muestran iniciativa en su aprendizaje y en su desempeño durante el curso.
- Se comunican con su profesor si tienen dudas o problemas.
Pero no basta con conocer las acciones y actitudes de los estudiantes de éxito. Tanto los estudiantes como los docentes deben ser conscientes de lo que unos y otros pueden esperar, de forma que la acción de unos y otros sea adecuada y mesurada.
Amenazas del estudiante virtual
Aun cuando el estudiante sea el responsable de su aprendizaje y quien debe poner el máximo de su parte por cumplir con los requisitos académicos del curso, también existen ciertos elementos que sería erróneo esperar del estudiante; por ejemplo, que tenga un dominio avanzado de la tecnología o que no sufra algún despiste respecto a fechas de entrega de su trabajo.
Sea como fuere, no se debería contar únicamente con el éxito de los estudiantes en línea. La formación por medio de entornos virtuales puede no ser la más indicada en ciertos casos, o para cierto tipo de personas; por ejemplo, aquellas personas que no puedan dedicar el tiempo necesario a estudiar y a conectarse al aula virtual. La libertad y flexibilidad de la formación en entornos virtuales también conllevan una implicación y una responsabilidad por parte del estudiante, traducida en las acciones y actitudes mencionadas antes, que el estudiante debe llevar a cabo si estudia en-línea.
Por otro lado, tanto las instituciones de formación virtual como los docentes virtuales deben tener en cuenta la posibilidad real de que el estudiante se halle en serios problemas, algunos ocasionados por la acción docente o por la institución, para prevenir o paliar la frustración grave y el abandono. Borges (2005) analiza las acciones o inacciones que pueden conducir al abandono de los estudiantes y muestra qué se puede hacer con el fin de prevenir situaciones de frustración grave que desemboquen en una situación irreversible.
Entre otras muchas, las causas principales del abandono no tienen que ver necesariamente con la distancia o la ausencia de presencia física, sino con la escasa o nula información sobre lo que conlleva ser estudiante en línea, con la ausencia de planificación del tiempo de dedicación y con la creencia errónea de que aprender en un entorno virtual cuesta menos esfuerzo que hacerlo en un entorno presencial.
Conclusión
La figura del estudiante de entornos virtuales, y su problemática, no es una anécdota que se puede obviar sin que la formación en entornos virtuales resulte afectada, y con ella el profesorado, las instituciones y la sociedad misma. Como bien expresan Palloff y Pratt, «la educación en línea es una experiencia transformadora», ya que la confluencia de los contenidos con la relación con los compañeros y el profesor, en un clima de colaboración, de indagación y de reflexión, transforma la visión, la perspectiva de los estudiantes, de forma que para muchos existe un antes y un después de su primer curso en-línea.
Más allá de ser la figura central de la acción docente y la acción institucional, el estudiante en línea puede ser una figura clave que marque tendencias, concepciones, innovaciones y desarrollos en la educación del siglo XXI, en la sociedad del aprendizaje.
Bibliografía
Bello, R. (2005). Educación Virtual: Aulas Sin Paredes. Consultado en 2005. Disponible en:
http://www.educar.org/articulos/educacionvirtual.asp
Hernández, P. (2007). Tendencias de la web 2.0 aplicadas a la educación en línea. Disponible en:
http://www.nosolousabilidad.com/articulos/web20.htm
Bautista, G.; Borges , F. (2006). Didáctica universitaria en entornos virtuales de enseñanza-aprendizaje. Madrid: Narcea.